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Entrevista al Dr. Eduardo Díaz Rubio

Abr 10, 2014

Entrevista al Dr. Eduardo Díaz Rubio, Presidente de Honor de la Fundación ECO y Jefe de Servicio de Oncología Médica del Hospital Clínico San Carlos de Madrid

¿Qué le llevó a estudiar medicina y desde cuándo supo que quería dedicarse a ella?
Realmente yo nací en un ambiente médico y universitario único, ya que mi padre era catedrático de medicina, de modo que desde que tuve uso de razón me eduqué en el campo de la asistencia, la docencia y la investigación. De hecho en mi propia casa además de la consulta clínica había un animalario de investigación.

Dado que mi padre poseía la mejor biblioteca médica de Andalucía, por mi casa en Sevilla pasaban todos los días médicos y estudiantes que generaban unas tertulias médicas impresionantes al caer la noche. Ese ambiente de privilegio era un caldo de cultivo en el que tanto mi hermano como yo crecimos y, obviamente, no nos quedaba otro camino que estudiar medicina y tratar siempre en la vida de emular a nuestro padre y maestro. Por lo tanto mi vocación se genera desde muy pequeño y siempre tuve la certeza de que estudiaría medicina.

¿Por qué eligió la Oncología como especialidad? ¿Cómo recuerda sus inicios profesionales?

Cuando terminé mis estudios de medicina en Madrid comencé la residencia en Medicina Interna en el Hospital Clínico San Carlos, especialidad que siempre quise hacer. Pero a la par también inicié mi tesis doctoral en el laboratorio de investigación, sobre la conducta de las inmunoglobulinas en las hemopatías malignas. Ahí surge mi interés por dos aspectos que son nuevos para mí y que no existían en el curriculum de la carrera de medicina: la inmunología y la oncología. En aquella época no estaban contempladas ni como disciplina ni como especialidad, pero ya apuntaban como futuras estrellas de la medicina moderna. Me interesaron tanto las dos que compré todos los libros que se editaban y en esa excitación conseguí una ayuda del Ministerio de Educación y Ciencia y otra de la Fundación March y me trasladé a un centro que cumpliera mis objetivos: el centro de Cancerología e Inmunogenética que dirigía Georges Mathé en el Paul Brousse en París, en la ciudad de Villejuif, y que se había convertido en un hospital de referencia. Allí compaginé mi trabajo clínico por las mañanas con la investigación por las tardes y encontré un nuevo tipo de oncología desconocido en España: los protocolos, el ensayo clínico, los nuevos fármacos anticancerosos, las sesiones de tratamientos, el hospital de día, el transplante de médula ósea, etc. Una verdadera revolución que estaba dispuesto a trasladar a España.

El ejercicio de la profesión, ¿es tal y como se había imaginado?

Como dije anteriormente, desde pequeño en mi casa se vivía el día a día de la medicina de modo que, dicho de alguna manera, “conocía el oficio”. Mi entrega por el paciente era total pero a la vez sentía la responsabilidad de hacer algo para mejorar la atención a los pacientes con cáncer y de intentar de alguna manera trasladar la organización que había aprendido con Mathé.

A la vuelta de París, tras dos años en esa maravillosa ciudad, comienzo a construir el germen de la futura Unidad de Oncología Médica. Fueron años duros pero excitantes que culminaron con la creación del Servicio de Oncología Médica del Hospital Clínico San Carlos y con la dotación de la Cátedra de la especialidad, que se convirtió en la segunda creada en España. Fue una época en la que teníamos que trasladar nuestro entusiasmo en el tratamiento médico del cáncer al resto de las especialidades, donde siempre encontré comprensión, participación y ayuda. Fue un paso necesario para colocar a la Oncología Médica donde debía estar y para lograr una verdadera medicina multidisciplinaria.

¿Qué opina de la situación de la sanidad actual y de su futuro?

Realmente el progreso que se ha realizado en el diagnóstico y en el tratamiento han sido en los últimos años verdaderamente impresionantes, lo que ha chocado con unas estructuras hospitalarias que no estaban pensadas ni dimensionadas para estos adelantos. Cambiar la organización hospitalaria y de la sanidad en su conjunto, ha sido y sigue siendo, una labor de titanes donde no siempre existe la sensibilidad necesaria por parte de los responsables sanitarios. Son muchos los retos que tenemos por delante y me preocupa que no sepamos enfrentarnos a ellos de manera adecuada. Estos retos pasan por los nuevos planes de estudio de una carrera como medicina, la nueva formación de los MIR, la satisfacción de los pacientes, la necesaria mejora de la calidad de la asistencia, la situación económica, la investigación trasnacional… Pero por encima de todo me preocupa la deshumanización de la medicina o, mejor dicho, la deshumanización del médico.

La medicina ¿es un “medio” de vida o un “modo” de vida? ¿Es posible separar la vida profesional de la personal?

La medicina, tal y como yo la entiendo y como la aprendí, es un modo de vida. Ser médico es algo más que una profesión. Es cierto que los médicos tenemos que ser muy buenos profesionales, pero eso no basta. Detrás de nuestra bata blanca o de nuestros fonendos, los enfermos esperan una palabra de aliento, una palmada en la espalda o tomarle la mano cuando sufre. El paciente es un ser humano que sufre la enfermedad y que se sabe poco comprendido por todos los que le rodean. El médico clínico no le puede fallar. Se ha hablado mucho de que este tipo de medicina es paternalista y, en cierto modo, es verdad pero, acompañada de la dosis correspondiente de profesionalidad, es sin duda la que el paciente demanda. Es la medicina humanizada en la que se deben conservar los modales de los médicos pasados y aprovechar todos los avances tecnológicos para hacerlo lo mejor posible. La medicina, además de ciencia, es arte y desde luego debe ser humana. Esto es la ética profesional y el médico que no lo haga así debería buscarse otra profesión.

En cuanto a si es posible separar la vida profesional de la personal, yo creo que no. El médico debe ser y actuar como médico en todos los ambientes y debe ser modelo y ejemplo para la sociedad. Yo siempre le comento a los alumnos de medicina que no se olviden nunca que deben prepararse para ser médicos en todos los momentos: con los pacientes, los compañeros, los amigos, la familia, la sociedad en general. Hay que presumir de ser médicos y ello obliga a comportarse como tal siempre.

¿Cuáles son sus aficiones?

Mis aficiones son la familia, la lectura y jugar al golf. La primera creo cumplirla, la segunda no puedo por falta de tiempo ya que incluso en épocas de vacaciones lo que sigo haciendo es estudiar libros de medicina. Intento saber más y si me dedico a otra lectura tengo un absurdo complejo de perder nuevas oportunidades en mi aprendizaje médico que es para toda la vida. En cuanto a jugar al golf, es un deporte que me entusiasma y que me enseña grandes cosas que aplico luego al día a día en mi trabajo. Es un deporte que por su dificultad y variabilidad te enseña siempre a ser humilde y que en la vida y en el trabajo los momentos buenos y malos se suceden continuamente. Debemos prepararnos lo mejor posible y aceptar éxitos y frustraciones con la máxima tranquilidad y parsimonia posible.

¿Ha renunciado a mucho para llegar su posición actual?

Me gusta mi profesión, me gusta el lugar en el que trabajo y me encanta reunirme todas las mañanas con los médicos de mi servicio. Por otro lado el paciente es para mí sagrado, alguien que en un momento crítico pone su salud en tus manos, que confía ciegamente en ti. Todo eso es mucho y tan importante que nunca he reparado en sacrificios o renuncias. He vivido y soy feliz con lo que hago, ¿qué más puedo pedir?

¿Qué les recomendaría a los futuros médicos que quieran decantarse por esta especialidad?

Yo soy un fanático de la juventud. A mí me parece que los jóvenes actuales están mucho mejor preparados que lo estábamos nosotros. Profesionalmente son impecables y muy cumplidores. Por lo tanto podemos darles el testigo sin reparos de ningún tipo. Tanto a los alumnos como a los residentes siempre les digo que lo más importante es el compromiso, un comportamiento ético impecable y una actitud humana. Como complemento a estos valores, que hablen inglés correctamente y que se comprometan con la investigación.

¿Cuál es su campo de interés dentro del cáncer?

Como Jefe de Servicio de Oncología Médica y Catedrático de la especialidad, desde un punto de vista asistencial y docente me interesa por igual toda la Oncología. Como investigador, mi interés prioritario se centra en la evaluación de nuevos fármacos en el cáncer colorrectal y en el análisis de marcadores predictivos moleculares para hacer realidad la medicina lo más individualizada posible. Como responsable de la Unidad de Investigación Traslacional del Hospital Clínico San Carlos mi reto consiste en desarrollar una medicina aplicada que, con las herramientas moleculares existentes, pueda mejorar los resultados actuales para el mayor beneficio del paciente y ello, con la participación de todas las especialidades.

¿Qué aspectos más importantes ha desarrollado usted en este campo?

Es difícil hablar de lo que uno ha hecho, pero me encuentro muy orgulloso de haber contribuido a la creación del Grupo de Tratamiento de los Tumores Digestivos (TTD)  en el año 1986 ya que ello ha impulsado la investigación clínica en España y ha elevado considerablemente el nivel asistencial. Hoy su papel internacional es de sobra conocido. También me encuentro muy orgulloso de haber creado una potente unidad de investigación clínica en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid y un moderno Laboratorio de Investigación Traslacional. Por último ahora mismo ya tenemos en marcha el Instituto de Oncología del Hospital que sin duda marcará un principio y un después en el tratamiento del cáncer en nuestro entorno.

Usted ha dicho en alguna ocasión que los oncólogos “tratan muy bien el tumor pero no así al paciente”. Como vicepresidente de Fundación ECO, ¿por qué cree que ocurre esto? ¿Cuáles son las principales mejoras que quieren realizar desde la Fundación en relación a la atención al paciente?

El médico clínico se ha diferenciado siempre del resto de profesionales de la medicina en que su herramienta es el paciente. No hay máquinas, ni instrumentos por medio. El médico clínico está consagrado al paciente y sus armas son el diálogo y la exploración física. Contacto visual y físico con el paciente que se transforma en química interactiva. Esta es nuestra grandeza. Sin embargo, en los últimos tiempos comienzan a existir barreras entre el médico y el paciente derivadas por un lado del escaso tiempo que se dispone, de que la clásica mirada del médico al paciente se desvía al protocolo, a la pantalla del ordenador o se concentra en las pruebas de imagen, análisis, etc. Es decir, una medicina tecnificada que es menos humana. Recuerdo un paciente que me decía: doctor he visto a 7 oncólogos, tengo varios TAC, RNM, PET, todo lo que se pueda uno imaginar y hasta que le he visto a usted pensé que me moriría sin que ninguno me hiciera una exploración física.

Adicionalmente, nuestras armas terapéuticas son más poderosas y como el enemigo común es el tumor, todos los frentes se dirigen a él: destruirlo, evaluar la respuesta, integrar la cirugía, la radioterapia, etc. No hay tiempo para el paciente. ¿Cómo es su vida? ¿Qué problemas tiene con el trabajo? ¿Y la familia y los amigos? ¿Y su situación económica? ¿Qué apoyo tiene? ¿Duerme bien? ¿Y su actividad sexual? ¿Qué preocupaciones tiene? En definitiva, el tumor está bien tratado pero no el paciente, cuyas percepciones son olvidadas. Desde la Fundación ECO pretendemos rescatar esta situación dando todo el protagonismo al paciente. Debemos buscar su satisfacción con la misma energía que los resultados frente al tumor. Es una cuestión de trasladar valores, asumirlos y aplicarlos.

¿Qué queda por hacer para ofrecer una asistencia oncológica basada en la excelencia?

Son muchas las cosas que quedan por hacer y para ello necesitamos el apoyo de todos los agentes implicados. De entrada, de los médicos y de la enfermería, pero no menos importante de nuestros gestores y responsables sanitarios. Los pacientes también son claves. Esta excelencia es posible y la Fundación ECO lo que pretende es generar un cambio cultural que lo posibilite. Además, la excelencia no debe ser exclusiva del sector asistencial, sino que también debe hacerse extensible a la docencia y a la investigación. El camino está iniciado, tenemos medios suficientes y lo que precisamos es ponerlos en marcha con la ayuda de todos. La Fundación ECO es una herramienta poderosa creada de manera altruista por oncólogos que están ahí desde hace muchos años, que conocen el terreno como nadie y que están dispuestos con su esfuerzo y dedicación a obtener esta excelencia. Este es nuestro gran reto.

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