Entrevista al Dr. Guillermo López Vivanco, Jefe de Oncología Médica del Hospital Universitario Cruces de Barakaldo.
“La investigación no se improvisa, es una cultura que hay que alimentar”
¿Qué le llevó a elegir la Oncología como especialidad?
En un principio lo que me atraía era la Hematología, fundamentalmente la clínica, y de hecho fue la especialidad que elegí y de la que fui residente durante 2 años. Pero me presenté nuevamente al examen MIR y en aquel año salió Oncología como oferta docente. Había ciertas similitudes entre ambas especialidades y por motivos familiares no me podía mover de Bilbao así que, sin saber muy bien hacia donde iba ese “barco de Oncología”, me subí en él y hasta hoy, no sin dificultades y luchas.
Lleva más de 30 años enfrentándose al cáncer, ¿en qué ha cambiado esa lucha desde que comenzó a ejercer hasta el día de hoy?
En los inicios de la Oncología luchábamos por hacernos un hueco. Los pacientes con cáncer no generaban demasiado interés, sobre todo cuando los tumores eran avanzados o carecían de un tratamiento estándar. Cuando apareció Oncología como especialidad y como oferta MIR se suscitó un gran interés y comenzaron a proliferar numerosas “oncologías” con diversos apellidos en carteles de las paredes de nuestros hospitales. La Oncología Médica en la actualidad está asentada, tiene un cuerpo de doctrina, es conocida, aceptada y reclamada, y aun siendo una especialidad creada hace no muchos años, ya no tiene nada de nueva y es tan añeja y sólida como cualquier otra especialidad médica, al menos en el ámbito asistencial. Esta evolución obedece al gran esfuerzo y dedicación de los profesionales a su desarrollo y diseminación.
¿A qué ha renunciado para llegar a su posición actual?
Siempre renunciamos a algo, pero prefiero pensar que he renunciado, la mayor parte de las veces, a cosas superfluas y que no me he perdido en mi vida personal nada importante. Supongo que es cuestión de comodidad mental.
¿Cuáles son sus aficiones?
Me encanta estar con mi gente, con mis amigos. Una buena comida y un buen mus, creo que es insuperable, aunque pierdas. Aunque a veces me gusta disfrutar de mi soledad, que en ocasiones se hace imprescindible. También me gusta la lectura. Sí que me gustaría disponer de más tiempo del que dedico a este tipo de ocio.
Al hilo de la actualidad, ¿qué opina de la aplicación de criterios coste-efectividad en los tratamientos en determinados diagnósticos/pacientes?
Creo que la salud tiene un precio y la enfermedad un coste, por ello debemos de establecer unos criterios de lo que es asumible y de lo que no lo es. Pero este tipo de decisiones deben de ser discutidas, negociadas y compartidas. Lo que no debe ocurrir es lo que pasa ahora en demasiados casos, que desconocemos por qué no podemos utilizar una determinada técnica o un determinado medicamento y, en ocasiones, ni siquiera quién ha tomado esa decisión. En estas circunstancias se hace muy difícil nuestro trabajo y es posible que podamos estar corriendo riesgos de orden legal.
Recientemente un grupo de oncólogos ha denunciado que no se puede limitar el acceso a los tratamientos, argumentando que “un medicamento no aporta beneficio marginal cuando ni siquiera se han decidido criterios para evaluar la mejora en salud”. ¿Son los oncólogos quienes deben establecer esos criterios? ¿Se les está teniendo en cuenta?
Los oncólogos deben de participar en este tipo de decisiones y también a la hora de establecer los criterios de viabilidad de un medicamento, ya que de otra manera esta situación se puede considerar un “medicamentazo”, no financiándose diversos fármacos por una supuesta baja eficacia terapéutica. Una cosa es decir que vale lo que cuesta y otra bien diferente es que tenga una eficacia limitada, como aquellas 834 especialidades que dejaron de ser financiados por el SNS en 1998, primer “medicamentazo” que recuerdo.
Las esperanzas del sector médico están puestas en la investigación mientras que desde las administraciones la inversión en I+D continúa descendiendo. ¿Hay falta de comunicaciones entre los políticos y los expertos?
La investigación no ha sido considerada como se merece casi nunca, ni en tiempos de bonanza dineraria, más bien ha sido como un estorbo al que se recurría cuando había que lucir una memoria o un acto… Pero nunca ha estado institucionalizada como la asistencia o la docencia. Desde mi punto de vista es un error grave perder la capacidad investigadora de los diferentes servicios y hospitales. La investigación no se improvisa, es una cultura que hay que alimentar.
Como patrono de la Fundación ECO, ¿qué cree que puede aportar la Fundación a la Oncología española?
Creo que esta Fundación puede ser clave para buscar soluciones a muchos de los problemas que se plantean en la oncología actualmente, especialmente a los “administrativos”. Todo va depender de las funciones y el protagonismo que le permita la administración, ya que la Fundación tiene un gran potencial y puede ser enormemente útil para todas las partes. Desaprovechar estas posibilidades es un lujo innecesario.
El cáncer, ¿también da buenas noticias?
Por supuesto, muchas veces. Pero lo importante, más allá de cuál haya sido el resultado, es la sensación personal de un trabajo bien hecho y bien valorado. Esto también, en cierto modo, es una buena noticia.
¿Qué diría que diferencia sus inicios profesionales de los de los jóvenes que quieren adentrarse hoy en día en el campo de la Oncología?
El método y la organización de la docencia. Hoy existe un programa de formación mínimo estructurado y definido por la Comisión Nacional de la Especialidad, que en cierta medida garantiza la adquisición de unos conocimientos, un entrenamiento, unas aptitudes etc. Además, la oferta de formación específica en algunas áreas y de formación continuada son abundantes, aprovechando en muchos casos las nuevas tecnologías de la información que antes no existían y que permiten una formación muy completa sin necesidad de desplazamientos y sin restricciones o limitaciones temporales.