Entrevista al Dr. Jesús García Foncillas, Jefe del Servicio de Oncología Médica de la Fundación Jiménez Díaz.
¿A qué edad decidió que quería ser médico y por qué?
Fue a partir de 1º BUP, cuando con la asignatura de Bilogía, empecé a vislumbrar que detrás de lo que podían ser procesos biológicos había una posible correlación con situaciones de enfermedad. De esta forma accedí a un panorama distinto de visión de lo que podía ser el cáncer, intentando traducirla en el contexto de la Bilogía. Al partir de ahí entendí que una de las mejores perspectiva que puede dar esta disciplina en su estudio es entender las bases que subyacen en la enfermedad y como, del análisis de esos temas biológicos y sus posibles alteraciones, se pueden derivar consecuencias para entenderla y para buscar soluciones a la misma.
¿Era la Oncología una especialidad deseada por usted o fueron distintas circunstancias las que le llevaron a estudiarla?
Pues tuve la suerte de tener en bachiller a un profesor que nos introdujo en el conocimiento de las células. Él nos dio a conocer la biología molecular, los distintos procesos que en relación con el grupo genético y el ADN se pueden poner en marcha. Además de cómo el código genético es capaz de controlar las células, los tejidos y los órganos y cómo cuando estos procedimientos se alteran, se ponen en marcha mecanismos que pueden desencadenar el cáncer. Esto me alumbró, en el sentido de que posiblemente dentro de la Medicina, la Oncología fuera quizás el contexto de interrelación entre biología y enfermedad que yo estaba buscando.
¿Qué recuerda de aquella época universitaria?
Recuerdo fundamentalmente a los profesores. Ellos eran capaces de explicar los distintos mecanismos de la enfermedad desarrollando todo un árbol lógico de concatenación de eventos de manera que, a partir de ahí, se pudiera sacar en conclusión cuál era la historia clínica, la manifestación y la evolución de la enfermedad en base a entender bien la fisopatología. También recuerdo especialmente todo lo que de alguna forma se enseña en las materias básicas. Uno al transcurso de la carrera va viendo que tienen una razón de ser y que su explicación muestra una forma distinta de entender y comprender las enfermedades.
¿Dónde realizó su residencia?
Estudié Medicina en la Universidad de Zaragoza y la especialidad en Oncología Médica la hice en la Clínica Universitaria de Navarra.
Usted ha sido director del Departamento de Oncología y Radioterapia de la Clínica Universitaria de Navarra.
Sí, yo tuve el privilegio de dirigir el departamento de Oncología Médica y Radioterápica y, al mismo tiempo, dirigir el laboratorio de genética de la propia clínica y el laboratorio de fármaco-genética del centro de investigación. Esto significa que, se puede poner en un contexto la correlación que existe entre la investigación básica de mecanismos y el estudio de procesos biológicos de una enfermedad con su traducción en la clínica.
Estas dos especialidades, son complementarias pero en ocasiones, parecen reñidas…
Sí, pero creo que es más la forma que a veces se transmite, puesto que tanto la Oncología Médica como la Oncología Radioterápica son herramientas que forman parte del proceso que atraviesa el paciente afectado. Sin olvidar otros dos factores importantísimos abarcados por estas dos especialidades, como son el control de síntomas y la medicina paliativa. Porque esto no es algo que afecta al paciente en sus estados finales sino también durante el proceso mismo de la enfermedad. Y el otro pilar muy importante que las une es el hecho de conservar juntas distintas entidades de investigación clínica, fundamentada en su gran mayoría en ensayos clínicos. Esta investigación reporta datos, información y beneficios al paciente de manera que se puede alcanzar con los resultados de esa investigación al paciente real.
Una de sus especialidades es la investigación en cáncer. Como miembro de distintas sociedades científicas y grupos de trabajo ¿cómo se encuentra de ‘salud’ la investigación en estos momentos?
En nuestro país contamos con investigadores clínicos y profesionales básicos, pero es verdad que en el contexto actual carecen del apoyo que requiere la investigación. Esto es crítico, porque plantearnos que se pueda trazar un futuro sin esa investigación es una visión cortoplacista que redunda claramente de forma negativa en el futuro al cual estamos avocados. De alguna manera, necesitamos contar con una inversión clara, especialmente en bienes estructurales, en todo lo que es investigación, innovación y desarrollo porque de ahí se va a derivar, sobre todo, el poder tratar mejor a los pacientes y ofrecerles alternativas terapéuticas más idóneas y más personalizadas para cada caso. Al mismo tiempo, poder acercar fármacos nuevos en un tiempo más corto, mayor eficiencia y, fundamentalmente, generar conocimiento que siempre es, sin lugar a dudas, una fuente de desarrollo y de alternativas incluso económicas. No prestar una adecuada atención a esta parte que tiene un impacto directo en la vida y en la calidad de vida de los pacientes, es un flaco favor global a la sanidad del país.
¿Cómo les está afectando la situación económica española? ¿Han visto recortados sus ingresos y en consecuencia sus recursos para investigación?
No cabe duda que la reducción en las partidas presupuestarias tiene su impacto. Es un momento en el que los recortes están afectando a múltiples ejes críticos de la sanidad y de la educación y, obviamente uno de los puntos de interrelación de estos dos grandes campos es la investigación, más concretamente la investigación sanitaria. Los investigadores estamos recurriendo a fuentes de financiación internacionales ante una situación de un descenso significativo en las posibilidades de sufragar las investigaciones que se están llevando a cabo.
¿Qué debería hacerse para concienciar a las instituciones, a las empresas y a los ciudadanos de la necesidad de invertir en investigación?
En mi opinión hay tres razones básicas. La primera es que toda inversión en sanidad y, en concreto en investigación para la búsqueda de mejores tratamientos y optimizar los que hay, siempre tiene un beneficiario clarísimo que es el paciente. De alguna manera tiene que haber una correlación con la forma en la que el ciudadano invierte a través de sus impuestos en investigación, de forma que de ellos se derive una mejor asistencia sanitaria y la posibilidad de poder disfrutar de esa mejora. Un segundo punto importantísimo es el hecho de que la investigación sanitaria dinamiza todo lo que es la asistencia y permite conseguir siempre mejores resultados, sobre todo, en tres grandes líneas. Una de ellas es en los resultados propios, a través de eficiencia frente a una enfermedad. En nuestro caso, en el cáncer se tienen que traducir en mejoras en los pacientes y la calida de vida de los mismos. Segundo, conseguir un abordaje mas eficaz día a día, así los tratamientos se podrán administrar de forma liberalizada, buscando aquellos pacientes con los que el tratamiento funcionará mejor y será menos tóxico. Y tercero, poder pensar que de esta investigación se derivan también beneficios, por ejemplo creando fuentes de desarrollo para nuevas estrategias desde el punto de vista diagnóstico y de tratamiento. Todo ello, no cabe duda de que a corto plazo supone un gasto, pero a la larga se convierte en resultados que se devuelven a todo el contexto de la población.
¿Cree que los grupos cooperativos están poco tenidos en cuenta en este sentido a pesar de los enormes avances que consiguen?
Creo que una de las cosas más importantes es la falta de una línea de apoyo institucional tanto a grupos de investigación como a los grupos cooperativos, lo que ha llevado a que busquen sus propias medidas de financiación. Frente a esta situación no podemos obviar que mucha de la investigación clínica más relevante que se ha realizado en nuestro país ha sido movida por grupos cooperativos, quienes han sido ellos mismos los que han buscado la financiación necesaria para alcanzar esos resultados. De esta forma, te diría que los grupos cooperativos oncológicos españoles tienen una excepcional buena prensa a nivel internacional en base a todos los éxitos, en términos de resultados científicos, publicaciones y de buen hacer, que han sabido demostrar a lo largo de los años.
Como profesor, ¿qué opina de la “fuga de cerebros” que está viviendo nuestro país en el ámbito médico?
Diría que hay dos aspectos, uno de ellos es bueno; que nuestros investigadores conozcan otros ámbitos distintos y puedan adquirir experiencia en campos que están más desarrollados en otros países. Y la parte mala es que cuando han alcanzado ese mayor nivel de experiencia en la investigación, no tengan posibilidad de retorno a nuestro país para poder incorporar todo ese bagaje de conocimiento, de experiencia, que han cultivado durante sus años de estancia en el extranjero. Las universidades españolas, los centros de investigación y los hospitales necesitan contar e incorporar personas con trayectoria y largo peregrinaje por los mejores centros de ámbito internacional. Estos profesionales pueden aportar mucho y colocar la asistencia sanitaria y el mundo universitario a la misma altura que los mejores centros a nivel mundial. Y esta oportunidad que tenemos, no la estamos siendo capaces de incorporar al no poder dar cabida a todas aquellas personas que se están yendo y no tiene capacidad de volver.
¿Qué futuro cree que les espera a los estudiantes de Medicina de nuestro país?
Yo creo que tienen, quizás en este momento, un futuro más difícil porque la situación es complicada. Pero esto no tiene que desanimar. Si algo es verdad es que la buena formación, la experiencia en investigación, el tener un conocimiento más amplio siempre va a redundar que de un momento a otro se abran posibilidades. Las dificultades no deben bajo ningún punto aminorar la ilusión de las personas, mas allá, debería ser un acicate para poder convertirlo desde un punto de vista práctico en algo positivo, en tanto que sea un aliciente para esforzarse más.
Usted coordinó la Unidad de Genética Clínica de la Clínica Universitaria de Navarra. Muchas personas confunden el carácter genético del cáncer con su carácter hereditario. ¿Podría explicarnos brevemente la diferencia?
El cáncer es un proceso genético donde unos genes empiezan a alterarse, normalmente y en la mayoría de casos, en unas células muy concretas localizadas en un determinado órgano. Esto conduce a una difusión no controlada y la invasión de los tejidos adyacentes. Sin embargo, hay un porcentaje pequeño de casos donde la primera alteración genética se encuentra presente de manera heredada en todas las células del organismo y hay algunos tejidos que ante esa primera alteración genética son más sensibles de poder iniciar una transformación tumoral, de manera que, ese primer evento necesario para la difusión tumoral cuando existe la predisposición hereditaria o susceptibilidad genética está ya sentenciado en el momento mismo de la confección del individuo.
¿Hay alguna estimación de cuántos cánceres pueden ser hereditarios?
Que podamos pensar en un cuadro de susceptibilidad genética o predisposición sanitaria sería entorno a un 5% o 10%. Es decir, que la mayor parte de ellos, prácticamente el 90% o 95%, son consecuencia de distintos agentes externos que pueden incidir en la secuencia de genes críticos e iniciar una anomalía genética en zonas muy concretas y activar el proceso que dará lugar en última instancia a la aparición de un cáncer en sentido estricto.
El año pasado fue noticia el nacimiento del primer bebé español sin el gen del cáncer de mama. ¿Cree que gracias a los avances genéticos sería posible erradicar este componente hereditario de la enfermedad? En este caso, ¿existe la posibilidad de que el cáncer aparezca o se reproduzca años después? ¿Podrían en este sentido nacer niños completamente sanos?
Inicialmente el componente genético de susceptibilidad solo es la causa de ese 5% o 10%, con lo cual este tipo de procedimientos solo tendrían sentido en este porcentaje. Eso no quita que pueda haber cánceres esporádicos, e incluso en estos individuos seleccionados genéticamente se pueda dar lugar. Por eso, yo creo que hay que ser cauto en cuanto que esto no es la panacea, porque son muchos los genes que tiene intervención en procesos que pueden derivar en el cáncer y eso indica que hay un riesgo de desarrollo ante cualquier agente externo. Aunque se hubiera evitado esa alteración genética, en edad adulta se pueden dar factores en los que intervienen elementos externos que pueden inducir al desarrollo del cáncer.
¿En qué avances respecto al cáncer está trabajando usted en la actualidad?
Estoy trabajando en un aspecto crítico: hoy en día conocemos cómo afectan los genes en la puesta en marcha, no solamente de los tumores, sino en el desarrollo de la metástasis y de la agresividad de los tumores. Pero empezamos a conocer que pequeñas frecuencias llamadas micro RNA (del ácido ribonucleico), son capaces de controlar a los genes y poner en marcha todo el despliegue que se precisa para el desarrollo de un cáncer. Esto significa que estas diminutas frecuencias pueden provocar que los genes cambien su expresión y den lugar a perfiles de mayor agresividad de los tumores o den lugar al desarrollo de la enfermedad. Estamos intentando ver cuáles son estas pequeñas fracciones de RNA, hasta ahora no conocidas, que son capaces de actuar de esta manera y son, por tanto, responsables de los grandes procesos que conducen al desarrollo de un cáncer y a la capacidad de invasividad de un tumor.
Como miembro de la Fundación ECO, ¿Qué herramientas son necesarias para lograr la excelencia en cáncer?
Hay tres elementos. Uno es el oncólogo y los médicos implicados en el tratamiento del cáncer que tienen que trabajar de forma coordinada. Dos, necesitamos hacer un especial énfasis en la formación de los distintos especialistas y en la utilización racional de los recursos para conseguir lo máximo posible en cada paciente, no solamente desde el punto de vista del control de la enfermedad, sino también de los síntomas que genera. Y tres, si todo esto no va acompañado de una intensa investigación estamos perdiendo las posibilidades de hacer presente el futuro, de tratar más y mejor al paciente de cáncer. La investigación es insoslayable e irrenunciable de la actividad clínica de la Oncología. No se puede entender una excelencia en asistencia sin investigación.
¿Dispone la Medicina española de ellas?
Creo que está en camino de poder colocarse en posición de ventaja si lucha y apuesta por no quedarse atrás en la investigación y por no renunciar a ella. En mi opinión, ahora hay una posibilidad latente de poner juntos a investigadores básicos y clínicos y poder contestar preguntas en los dos sentidos. De manera que tanto unos, por la experiencia real del día a día puedan plantear preguntas que sean útiles al paciente, como los otros de aprovechar de manera rápida y directa los conocimientos y las investigaciones que se derivan del apoyo al paciente. Ahora mismo se da un escenario tan beneficioso para este contexto de interrogación entre ambos lados que no podemos renunciar a ello.
Ya en el terreno más personal, ¿ha renunciado mucho para llegar a su posición actual?
He renunciado a muchos aspectos como dedicar más tiempo a mi vida personal o a poder tener más tiempo libre en contra de dedicarlo a la investigación. Pero de alguna forma la Oncología es una vocación, una forma de vida. En esta área de la Medicina no puedes dejar atrás el pensamiento en los pacientes que están en situación delicada y el compromiso cuando uno está trabajando con personas que se juegan la vida día a día. Por tanto se renuncia a muchas cosas, sí, pero también es verdad que adquieres, con cada persona afectada de cáncer, una responsabilidad a la cual tienes que dar respuesta. Y eso, evidentemente, requiere mucho tiempo personal.
Si no fuera médico, ¿qué le hubiera gustado ser?
Pues biólogo. Sinceramente creo que lo que aporta el contexto, el conocimiento de los procesos que están detrás de la vida y los procesos a los cuales hemos llegado a alcanzar en todo el desarrollo genético de la evolución abren mundos impresionantes. Te hace entender aspectos que nunca dejan de sorprendernos. Evidentemente, el individuo está en la cúspide de esta evolución, pero para entender bien al ser humano es importante partir de cómo, desde sistemas mucho más básicos, hemos llegado a evolucionar a algo tan avanzado como puede ser el ser humano. En este sentido, la Medicina aúna toda esta trayectoria, puesto que durante el camino, la riqueza de conocimiento que se obtiene reporta información crítica para tratar, ya no solamente el cáncer, sino otras enfermedades que abarcan todo lo que ha sido la evolución del ser humano, en conjunto, la de las especies.