Entrevista al Dr. Miguel Martín Jiménez, Jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Gregorio Marañón de Madrid
“Siendo el cáncer la segunda causa de mortalidad en España no se entiende que se dediquen a la Oncología Médica tan pocos créditos docentes durante el pregrado.”
Usted ha sido uno de los últimos oncólogos en incorporarse a la Fundación ECO. ¿Cómo conoció a la Fundación y qué le atrajo de formar parte de ella?
Conocía las actividades de la Fundación desde su creación. Comparto por completo todos sus objetivos y esta es la razón que me animó a incorporarme a ella.
Una de las principales líneas de trabajo de ECO es fomentar la docencia. ¿Cómo describiría la situación actual de España en este áreas?
La docencia en Oncología Médica en el pregrado es manifiestamente mejorable. En general, creo que el curriculum de pregrado se ha quedado obsoleto y debería ser sometido a una profunda revisión que permitiera una mejor adaptación a las necesidades de formación de los futuros médicos. Siendo el cáncer la segunda causa de mortalidad en España y la causa de una de cada cuatro muertes en nuestro país, no se entiende muy bien que se dediquen a la Oncología Médica tan pocos créditos docentes durante el pregrado. Por lo que se refiere a la formación de los residentes en Oncología Médica me parece que es de notable calidad y va a mejorar aún más a raíz de la implantación del quinto año de residencia, en la que espero que adquieran esencialmente habilidades de investigación.
¿Cómo valoraría la calidad asistencial oncológica?
Estamos asistiendo a una progresiva presión de la Administración sobre los especialistas para restringir el consumo de medicamentos antitumorales costosos. Entendiendo que existe una grave crisis económica en nuestro país, y que los recursos son limitados y debemos utilizarlos con sentido común, es difícil precisar hasta qué punto esta presión puede traducirse en un deterioro de los parámetros de eficacia de los tratamientos (supervivencia, calidad de vida), aunque mucho me temo que esta posibilidad es real. Me parece imprescindible una reflexión honesta y profunda sobre este tema, en la que deben implicarse la Administración, las firmas farmacéuticas, los oncólogos médicos y los pacientes. La política actual de aprobar medicamentos primero y permitir que se pongan sucesivas trabas burocráticas para su uso después me parece, francamente, poco seria.
La sanidad pública está en pie de guerra, especialmente la madrileña, debido a la intención del gobierno de la Comunidad de llevar a cabo privatizaciones en la gestión de ciertos hospitales. ¿Participó usted de la marea blanca?
Esta sí que es una pregunta comprometida. Si yo fuera un político, me negaría a contestarla o me limitaría a divagar. Como no lo soy, le diré que no he participado en la marea blanca, aunque estoy de acuerdo con muchos de sus presupuestos. En el caso particular de Madrid, el gobierno de la Comunidad ha cometido un tremendo error político al no contar con los médicos ni haber sabido explicar claramente cuáles son sus planes organizativos a largo plazo, al margen de intentar ahorrar dinero a cualquier precio. No obstante, no he participado en la marea blanca porque me temo que el movimiento está siendo utilizado políticamente y esto ya no me gusta tanto. Creo que todos los partidos políticos son responsables del deterioro de la Sanidad Pública, no es una prioridad en sus programas electorales porque, al parecer, la sanidad no da votos. Los partidos políticos han sido incapaces de llegar a un consenso que permitiera dejar la organización de la Sanidad fuera de la disputa política y no me parece de recibo que alguno de ellos quiera ahora sacar provecho de la situación.
¿Cómo está afectando la crisis económica a una unidad de Oncología como la que usted dirige?
Toda crisis es a la vez una oportunidad y nosotros estamos intentando compensar las restricciones presupuestarias con una apuesta muy fuerte por la investigación clínica, potenciando una Unidad específica en esta materia que nos permita ofertar a los pacientes fármacos innovadores en el contexto de ensayos clínicos. Actualmente, cerca del 20% de los enfermos nuevos vistos en nuestro servicio participan en algún ensayo clínico. En relación con los fármacos costosos aprobados para su uso en España, nuestra postura es siempre la de intentar una negociación a nivel hospitalario que permita un uso racional de estos medicamentos. No obstante, debo reconocer que tenemos que soportar una gran presión para reducir el gasto farmacéutico. A causa de ello, a menudo tenemos que luchar paciente a paciente cuando solicitamos la autorización de un medicamento costoso no incluido en la guía farmacéutica del hospital pero que consideramos puede ser beneficioso para el paciente.
Como especialista en cáncer de mama y fundador de Geicam, ¿hacia dónde se dirigen los avances en este tipo de tumor? ¿Pueden peligrar los programas de detección precoz en cáncer de mama?
No creo que los programas de detección precoz de cáncer de mama estén en peligro, de hecho, si los políticos si tuvieran una cierta visión de futuro, deberían plantearse invertir más en otros programas de cribado, como el de cáncer colo-rectal, ya que a la larga ahorran mucho dinero. Los avances en cáncer de mama van claramente dirigidos a la individualización del manejo terapéutico. Actualmente, la mayoría de los cánceres de mama son diagnosticados en etapas muy precoces y nuestro objetivo en estas pacientes es identificar a aquellas enfermas cuyos tumores son biológicamente poco agresivos y tienen un excelente pronóstico sólo con tratamiento hormonal adyuvante, para evitar la indiscriminada administración de terapias potencialmente tóxicas. Respecto a las enfermas con tumores agresivos, estamos asistiendo también a notables avances terapéuticos, particularmente en el caso de los tumores HER2-positivos. En la enfermedad metastática, estamos asistiendo a una progresiva mejora en la supervivencia, a medida que medicamentos innovadores van incorporándose al armamento terapéutico. La única excepción a este avance la constituyen los tumores triple negativos, en los que es necesario todavía un gran esfuerzo de investigación.
Estudió en la Universidad de Valladolid y realizó el doctorado en la Complutense de Madrid. Tras su paso por el Hospital Clínico San Carlos, como residente, médico adjunto y jefe de sección, desde hace 4 años ocupa la plaza de jefe de servicio de Oncología en el Gregorio Marañón. ¿qué destacaría de cada una de sus etapas profesionales desde sus comienzos hasta la actualidad?
Es difícil sintetizar en unas líneas tantos años de carrera profesional. Conservo muy buenos recuerdos de mis estudios en Valladolid, con una sola excepción: suspendí la última asignatura de sexto curso en Junio (traumatología) y tuve que esperar a septiembre para obtener la licenciatura. Fue mi único suspenso en toda la carrera y, desde luego, llegó en el peor momento, pero fue una buena lección que nunca he olvidado. En el Hospital Clínico de Madrid pasé la mayor parte de mi vida profesional, comenzando por mi residencia en Medicina Interna. Mis recuerdos de esa larga época son absolutamente positivos y agradezco al Profesor Eduardo Díaz-Rubio tantas cosas que es imposible sintetizarlas. Él me trasmitió su pasión por la Oncología Médica, por la docencia de la Medicina y me apoyó en la carrera docente y asistencial en todo momento. De la etapa actual en el Hospital Gregorio Marañón destacaría que me ha dado la oportunidad de desarrollar un proyecto personal de organización de la Oncología Médica a nivel asistencial, docente y de investigación en un gran hospital de Madrid. Debo reconocer que he contado con la inestimable ayuda de la Dirección y Gerencia Médicas, así como de la mayoría de los miembros del Servicio de Oncología Médica.
Se habla mucho de la fuga de cerebros entre los jóvenes españoles. Usted, como la mayoría de sus colegas de profesión, también trabajó fuera, en Seattle. ¿Qué recuerda de aquella experiencia? ¿Cree que es indispensable salir de España en un sector como el médico y el investigador para formarse?
Creo que salir de España, especialmente para visitar un país más desarrollado, como EEUU, es una experiencia de un valor enorme. Los norteamericanos no son más listos que nosotros, sino que están infinitamente mejor organizados y cultivan la cultura de la meritocracia, que tanto se echa en falta en España. Los hospitales norteamericanos punteros son un modelo de eficiencia y organización. Lo que más me sorprendió de mi estancia en Seattle es que hasta los celadores llegaban al trabajo por la mañana cantando y de buen humor y nadie intentaba nunca escaquearse de sus obligaciones. La profesionalidad es un requisito imprescindible, lo contrario que en el modelo funcionarial español, que a menudo tolera toda clase de irresponsabilidades. En EEUU, los médicos que trabajan bien y cumplen son plenamente reconocidos y recompensados por su trabajo. En España, la figura del médico tiene un reconocimiento social muy pobre y ello se refleja, por ejemplo, en los emolumentos de los médicos españoles, que son un insulto al sentido común. Cuando oigo a mis adjuntos comentar cuánto ganan actualmente se me cae la cara de vergüenza, es absolutamente injusto. El modelo español de acceso universal a la sanidad es más justo que el americano, pero muchísimo más ineficiente también, esencialmente a causa de las restricciones asociadas a la obsoleta ley de la Función Pública, que habría que revisar cuanto antes. La existencia de plazas vitalicias o no sujetas a valoración periódica del rendimiento ha generado una perversión del sistema sanitario español, que es necesario corregir si queremos que siga siendo sostenible.
Recientemente, y en concreto relacionado con el cáncer de pulmón, se ha dicho que “el estudio de biomarcadores y alteraciones genéticas triplicarán en un futuro la supervivencia de esta enfermedad”, ¿es ese el camino para ganar la batalla al cáncer?
Por supuesto que este es uno de los principales caminos. El conocimiento de la biología íntima de un tumor es requisito imprescindible para mejorar los resultados terapéuticos. Además, resulta coste-efectivo, ya que la selección de los enfermos que tienen más posibilidades de beneficiarse de un tratamiento ahorra dinero al evitar la exposición de los que no se van a beneficiar. En relación con el cáncer de mama deberíamos además intentar llevar rápidamente los fármacos que se demuestran eficaces en la enfermedad avanzada al contexto adyuvante, ya que en este contexto son curativos y no hay nada más rentable que evitar recaídas tumorales. En algunos tipos de tumores de mama, en los que la supervivencia de las enfermas con tumores diseminados está aumentando de forma espectacular, nos encontramos ante el grave problema de que este aumento de la supervivencia se consigue a expensas de un aumento del costo que va a ser difícilmente asumible para los sistemas de salud. Por ello, es crucial acelerar el desarrollo de esos fármacos en etapas precoces, para optimizar su rendimiento.
Ya en el plano más personal, el ejercicio de la profesión, ¿le deja tiempo para sus aficiones? ¿cuáles son?
Me gusta mucho la naturaleza y los animales, por lo que las excursiones campestres, los viajes a paraísos naturales y el submarinismo son algunas de mis aficiones favoritas, aunque debo reconocer que tengo mucho menos tiempo para ellas del que me gustaría. Por ello, vivo en la sierra de Madrid, lo que les resulta incomprensible a muchos de mis amigos y colegas. También me gusta mucho la lectura, particularmente la novela contemporánea, la novela histórica y, sobre todo, la novela negra, y no concibo dormirme ningún día sin leer al menos una hora. Soy aficionado a la jardinería y cultivo todos los años verduras y hortalizas en la huerta de mi casa, lo que está resultando muy instructivo para mis hijas, que no tienen que esperar como sus amigas a que el colegio les lleve de excursión a una granja para saber de donde salen los tomates y los pimientos. Me gusta la música clásica y debo reconocer que, por razones familiares, lo tengo muy fácil para asistir a conciertos en Madrid. Por razones obvias, me resulta mucho más difícil cultivar otra de mis aficiones, el coleccionismo de relojes, a pesar de que Internet ofrece excelentes oportunidades si uno tiene tiempo suficiente para navegar.
Si no hubiera sido médico, ¿qué le hubiera gustado ser?
Yo creo que la vocación es algo muy relativo. Con frecuencia se es médico o abogado más por las circunstancias socio-familiares que por una visión del destino personal o por consideraciones vocacionales. No me hubiera importado ser zoólogo o historiador. Desde siempre me he sentido atraído por los animales y la naturaleza y, de hecho, intenté estudiar Ciencias Biológicas en lugar de Medicina, pero mi padre, pese a que es abogado, tuvo la sensatez de convencerme para que empezara Medicina. Me interesa también mucho la historia. El conocimiento del pasado no sólo es fascinante sino que es crucial para entender las miserias (muchas) y grandezas (más bien escasas) del ser humano, para tener ciertos referentes y para no repetir errores. De hecho, empecé a estudiar Historia en Valladolid cuando estaba en 4ª de Medicina, pero me vi forzado a dejarlo.
¿Qué queda por hacer para ofrecer una asistencia oncológica basada en la excelencia?
Los servicios de Oncología tienen que responder a la realidad social que les rodea. Antes, su misión era conseguir que los pacientes fueran atendidos por especialistas. Ahora tenemos un gran número de servicios pero, ¿en qué condiciones se está trabajando? El 40% de estos servicios sólo tienen tres oncólogos, una cifra demasiado baja si consideramos que anualmente se detectan 200.000 nuevos casos de cáncer. De estos, afortunadamente, tenemos que atender la supervivencia del 60% y, además, cuidar y acompañar al restante 40%. Además tenemos la obligación de investigar y enseñar a nuestros residentes. Junto con eso, el paciente y su familia han cambiado y ya no exigen sólo ser atendidos, sino, como es lógico, ser atendidos como seres humanos. Es decir, el paciente tiene una biografía y una trayectoria, una historia y tiene preguntas que quiere que sean respondidas y ello con diez minutos no es posible. Por tanto, uno de los principales escollos es el tiempo de atención al paciente. Necesitamos adecuar las plantillas de los servicios a las necesidades de nuestros actuales enfermos y oncólogos. Necesitamos dar calidad. Necesitamos además conocer qué instrumentos existen para medir la calidad e implantar esas mediciones y, sobre todo, nuestros pacientes se merecen conocer en qué hospitales españoles hay calidad para que tomen sus decisiones libremente.