Entrevista al Dr. Pere Gascón Vilaplana, Jefe de Servicio de Oncología Médica del Hospital Clínico Universitario de Barcelona
Recién acabados sus estudios en la Facultad de Medicina de Barcelona se marchó a Estados Unidos para continuar su formación, ¿qué le llevó a tomar esa decisión?
La tomé por dos motivos, el primero y el principal fue, fundamentalmente, por la gran decepción que me supuso la enseñanza en los hospitales de aquella época. Parecía que los estudiantes y los internos sobrásemos y que molestásemos a los adjuntos. Sólo nos utilizaban para hacer tareas rutinarias, pero raramente “perdían” el tiempo en discutir el estado de un paciente.
Un día se me ocurrió hacerle una pregunta de manera. Eso sí, muy respetuosa, a un conocido catedrático de Patología General en un pase de visita. Se giró con mirada inquisidora y dijo: ¿Quién ha sido el caballero que ha hecho esta pregunta? Obviamente levanté la mano y me contestó que allí el único que preguntaba era él. Se acabaron las preguntas y entendí por qué nunca había ningún tipo de discusión en los pases de visita diarios. El segundo motivo fue que yo quería aprender. Tenía mucha curiosidad científica y se me presentó la oportunidad de ir a los Estados Unidos al ofrecérseme alojamiento en casa de unos amigos de mis padres en Long Island, cerca de Nueva York. Así empezó mi “stage”, americano que duró 24 años.
¿Cómo recuerda su paso por los Estados Unidos?
Fueron muchos años y, claro, uno acumula muchos recuerdos. Llegué trabajando de investigador básico, luego pasé por la residencia de Medicina Interna, luego por los “fellowships” para acabar como “full profesor”, equivalente a catedrático y Jefe de Servicio de dos Divisiones. Si me tengo que quedar con unos pocos recuerdos sería primero, el sistema de trabajo. Allí se tiene una gran ética del trabajo, del esfuerzo. Uno se hace muy responsable de todo lo que hace, o lo haces todo al cien por cien, o el sistema te elimina. A mí eso me estimulaba. El segundo sería el hecho de que en los Estados Unidos se aprecia la excelencia y el sistema la premia aunque, claro, también exige mucho. El hecho de que reconozcan que lo haces bien, que cada año te superas y que tu jefe y la institución te lo agradecen alimenta tu autoestima en los años de formación y te ayuda a superarte. Un ejemplo claro de lo que he dicho se produjo al anunciar a mi jefe que regresaba a España. No lo entendía porque era contrario a su manera de pensar, ya que yo había conseguido llegar mucho más arriba que muchos americanos. Era full profesor con cargo vitalicio y Jefe de Servicio de un Hospital Universitario y de la única Facultad de Medicina del estado de New Jersey. Para un americano para quien el trabajo lo es todo, es difícil de entender cómo, habiendo alcanzado el sueño americano, yo -un español- renunciara a todo lo logrado para regresar a un país que no estaba a la altura científica de los Estados Unidos. No me aceptó la renuncia y durante todo un mes no hizo más que enviarme a otros jefes de Servicio para hablar conmigo y convencerme que me quedara. Al final del mes, utilizó su última baza, me envió al presidente de la Universidad, la UMDNJ, que es mayor en personal que UCLA, para que hiciera todo lo posible para retenerme. Pues bien, lo primero que hizo fue preguntarme que si me iba por cuestión económica. Si era así, él de sus fondos, me aumentaba 60.000 dólares (que es más que lo que un Jefe de Servicio gana en España); si así aún no era suficiente, me dijo que intentaría alcanzar la cifra que yo pidiera. Al saber que regresaba por motivos fundamentalmente familiares, ya no tuvo más remedio que desearme mucha suerte. El saberte valorado y querido, el que hagan este esfuerzo para que no te vayas, no se paga con nada. Obviamente no quiero hacer extrapolaciones pero uno se pregunta qué me hubiera pasado de sucederme esto en mi propio país.
Otro recuerdo imborrable fueron mis cuatro años en el National Institutes of Health como Clinical Associate, un cargo altamente competitivo al que me presenté tras ver la convocatoria en el New England Journal of Medicine. Recuerdo que pasé 16 entrevistas con científicos como Bruce Chabner, Eli Glatstein, Robert Young y Arthur Nienhuis, entre otros. De entre todas hay una que jamás olvidaré: fueron mis 40 minutos con Marshall Nirenberg, premio Nobel de Medicina del año 1968, recientemente fallecido. El Dr. Niremberg llegó con 5 minutos de retraso a su oficina para mi entrevista disculpándose una gran cantidad de veces. Me justificó por qué había llegado tarde y durante toda la entrevista me trató con una gran deferencia y respeto. Yo era un españolito, joven y con acento, pero me felicitó por mis logros hasta aquel momento. Era curioso notar su intensidad en querer aconsejarme, en preguntarme qué quería hacer y por qué. Lo que aprendí de aquellos 40 minutos fue la sencillez de los verdaderamente grandes, el respeto al estudiante, al residente, no importa quien sea si tiene la ilusión de aprender y de superarse. Tienen presente que un día ellos también fueron estudiantes. Aprendí de él que la humildad puede ser un gran atributo y uno de los mejores méritos.
Ni qué decir tiene que fueron unos 4 años espectaculares. Trabajaba en la opulencia y publicábamos sin parar. Había un ambiente extremadamente estimulador y allí no había ni fines de semana, ni fiestas ni puentes. La dinámica de la generación de hipótesis, de la creatividad, hacía que vivieras en otro mundo y el tiempo transcurría a una velocidad de vértigo. Cada día había como 20 actos científicos con ponentes del propio complejo y visitantes de todo el mundo. Había 4 premios Nobel en el campus del Nacional Institutes of Health durante el tiempo que estuve. Los sábados me escapaba para atender a los Grand Rounds de la Johns Hopkins en Baltimore, presididos por uno de los padres de la genética moderna el Profesor Victor McKuzick. Esta inmersión académica apabullante, con un nivel médico y científico de otra galaxia es algo que todavía hoy en día echo de menos. Obviamente todo ello me formó, en lo que he sido, de una manera muy marcada.
Tras pasar los 24 años que estuvo ejerciendo allí trabajando en instituciones tan prestigiosas como el Nacional Institutes of Health, en la New York University Medical Center y en la Washington University-Barnes Hospital de Saint Louis, ¿por qué decidió volver a España?
Es una buena pregunta que la puedo contestar en 1 minuto o en 24 horas. Me decidiré por la primera opción. Diríamos que tenía la ilusión e ingenuidad que podría contribuir más con mi granito de arena al desarrollo del mundo médico investigador de España que en el de los Estados Unidos. Había otra razón importante: por motivos que me llevarían muchas horas de explicar, mi esposa llevaba ya 9 años de profesora titular en la Universidad Autónoma de Barcelona y mi hijo tenía 14 años, por lo que decidí regresar. Ellos dos ya habían regresado porque yo había recibido una propuesta muy importante de cubrir una plaza de Jefe de Servicio en un hospital de Barcelona, esta propuesta venía de las esferas más altas de la Sanidad y creí que era fiable. Fallaron las personas y la credibilidad que yo tenía en las msimas y en las instituciones. Pero prefiero pasar página a todo esto.
¿Cómo diría que se vive el ejercicio de la Oncología en EEUU y en España?
La Oncología clínica que practicamos en España es del más alto nivel. Contamos con referentes mundiales, que han puesto a nuestro país en un lugar privilegiado. En España seguimos la oncología norteamericana y para mí esto ha sido de gran valor en mi adaptación al regreso. Dicho esto, hay todavía una gran diferencia por lo que respecta a la investigación. Hasta que no invirtamos en investigación de una manera similar a otros países europeos que llevan la delantera, de una forma continua y responsable, todo será vender humo. Tenemos muchos edificios pero seguimos teniendo investigadores muy mal pagados. Esto genera mucha frustración y desánimo en las nuevas generaciones. En los grandes centros universitarios del mundo, la investigación es prioritaria existiendo dos brazos, el tenure track-el brazo académico- y el brazo clínico. Al primero se le exige brillantez investigadora y clínica, al segundo tan solo la clínica. Este es un sistema que funciona muy bien, ya que hay unos médicos eminentemente buenos clínicos que llevan el peso de la asistencia. A estos se unen los médicos investigadores que complementan a los primeros y contribuyen a la formación de los residentes. Muchos médicos famosos, líderes de opinión de los mejores centros universitarios de USA están en el brazo clínico. No pasa nada. Cada año o cada tres años se les renueva el contrato. El hecho es que si eres bueno, o muy bueno, y competente no te van a despedir de ningún lugar. Por otra parte el mercado médico norteamericano es inmenso. Si no te gusta trabajar en Virginia, tomas las maletas y te vas a California. Si eres bueno, y quiero decir científicamente bueno y no mediáticamente bueno, te salen ofertas de cantidad de instituciones.
¿Cuál fue su objetivo principal cuando se incorporó al Hospital Clínico Universitario de Barcelona como jefe del Servicio de Oncología Médica?
Fue colocar el Servicio de Oncología Médica entre los mejores de España y, si no en todas, que en algunas patologías tuviera trascendencia internacional.
¿Qué retos tenía para usted dirigir este Servicio?
Tenía dos grandes retos delante de mí. El primero era un reto nacional: posocionar a la Oncología médica del Clínic entre las primeras del país. El segundo era un reto local, institucional, y era colocar a la Oncología del Clínic al nivel de otros Servicios ya en la cumbre de la excelencia del país: hematología, gastroenterología, hepatología, cardiología, por tan sólo citar unas cuantos. Mi llegada despertó mucha ilusión entre los miembros de mi Servicio y las cosas empezaron a funcionar muy bien. En 3 años habíamos doblado el número de primeras visitas y triplicado el de las segundas. Sigue todo muy bien, solo que el sistema público te penaliza si creces, todo lo contrario del americano que te premian. De golpe, tienes más pacientes, lo que implica la necesidad de más enfermeras, más consumo de farmacia, de rayos X, the TACs, de biopsias, de análisis, de ecografías, etc. Esto se traduce en muchos más gastos para el hospital, que es una institución que se acomoda a casi todo menos a un aumento proporcional de la plantilla.
Desde 2009 es profesor titular de la Universidad de Barcelona, pero anteriormente ha comentado que ya ejerció como profesor en la UMD-New Jersey Medical School, donde obtuvo el título de full profesor, la categoría más alta dentro del mundo académico norteamericano. ¿Está la enseñanza española de Medicina al nivel de la americana?
Es, como concepto, bastante distinta. En los Estados Unidos, los estudiantes ya están viendo pacientes desde el primer año de Medicina. Esto los estimula y los motiva mucho porque ven que el paciente tiene cara y apellidos, es el ser humano que hay por delante de la descripción neutra del libro de medicina. No quiero hablar en términos comparativos, sólo diría que aquí es distinta teniendo muy presente que de nuestras facultades surgen médicos extraordinarios. Lo que está claro, tanto allí como aquí, es que la clase magistral tiende a desaparecer para dar paso a las clases interactivas, con grupos pequeños, en donde el estudiante es toda una parte activa y no pasiva como hasta ahora.
¿Qué opina de la situación de la sanidad española? ¿Cómo ve su futuro?
Diría que la Sanidad española goza de buena salud. El cambio que yo observé a mi retorno, hace 10 años, fue verla muchísimo mejor. Es de alta calidad y se da tanta importancia a la primaria como a la especializada. Nuestras autonomías se han dotado de una red de hospitales urbanos y periféricos muy buena, lo que hace que el paciente no deba trasladarse -como en mis tiempos de estudiante- a las grandes ciudades. El cambio ha sido espectacular. En relación al cáncer, nuestros ciudadanos son de los primeros en Europa en acceder a los nuevos fármacos anti-neoplásicos. Me preocupa, eso sí, la fuga de enfermeras y médicos jóvenes al extranjero por la única razón de que nuestra sanidad está a la cola de Europa, junto con Grecia, en salarios a enfermeras y médicos.
¿Cuáles son sus intereses en el campo de la oncología? ¿Qué avances puede destacar en este sentido?
Mis intereses son varios pero me considero un inmunólogo tumoral y en este sentido me interesa la célula madre tumoral, el microambiente tumoral y el mecanismo de metástasis. En el momento actual, estos conocimientos e intereses los aplico fundamentalmente al cáncer de mama, aunque estoy intentado ampliarlo al campo del cáncer de colon y de próstata. Los avances en este campo han sido espectaculares en los últimos cinco-siete años y nos están abriendo puertas de conocimiento de las que pronto se podrán beneficiar nuestros pacientes.
En su opinión, ¿en qué tipo de tumores se ha avanzado más en cuanto a curación/supervivencia?
Se ha avanzado mucho en el cáncer de mama y en el cáncer de colon. Yo diría que, de una manera más o menos aparente, se ha avanzado en la mayoría de tumores excepto en páncreas y pulmón, aunque en este último se ha identificado un grupo de pacientes, menos del 10% de los pacientes, que se benefician de alguno de los fármacos más recientes.
Ha comentado que los americanos van por delante en la investigación en cáncer, sobre todo por la mayor inversión que realizan en este sentido. ¿Cree que es la inversión en investigación la asignatura pendiente en España?
Definitivamente, es la gran asignatura pendiente de nuestro país. Hay también un aspecto importantísimo -fundamental para los tiempos que vivimos- y es el de la innovación. Si no innovamos no iremos a ninguna parte, no seremos competitivos y nos convertiremos en un país de servicios. Hace 20 años yo dije en más de una ocasión que, si no nos poníamos las pilas, acabaríamos siendo la Florida de los Estados Unidos: sol, mar y buena comida. Poco más.
Como tesorero de Fundación ECO, ¿son los grupos cooperativos de investigación y las fundaciones y sociedades médicas quienes están impulsando el avance de la lucha contra el cáncer frente a las administraciones?
No es exactamente así, pero en líneas generales yo diría que sí. La iniciativa, tanto científica como económica, sale en gran parte de los grupos cooperativos, fundaciones y sociedades médicas. También hay que ser justo y decir que ha habido por parte de la Administración Central una serie de ideas -pienso que importantes- para consolidar y fomentar la investigación de alto nivel en el país. Un ejemplo de ello es la creación de grupos y la intercomunicación entre ellos dentro de las llamadas Redes de Cáncer. El problema es que el presupuesto no cubre las necesidades reales de la investigación española. De nuevo repito lo que he dicho anteriormente, o nos tomamos la investigación en serio, como una fuente de riqueza y una apuesta de futuro, o vamos a perder el tren de la innovación y del desarrollo y podemos perder la competitividad que aún nos queda. Sería una pena porque en los últimos años se ha hecho un esfuerzo para recuperar investigadores muy bien formados en el extranjero y se han conseguido verdaderas islas de excelencia en el campo de la investigación. No hablo tan solo de Madrid o Barcelona, sino de Salamanca, Pamplona, Sevilla o Albacete, por mencionar algunos ejemplos.